“ La
soledad ofrece al hombre
colocado a
gran altura una
doble
ventaja: estar
consigo
mismo y no estar
con los
demás.”
Arthur Schopenhauer
( 1788 – 1860)
Una
de las frases que más me resonó dentro de mi pensamiento a lo largo de las
clases, fue cuando escuché la posibilidad de estar solo aún estando con tu
pareja, parecería que es una paradoja que el hecho de estar acompañado pueda
ofrecer la oportunidad de encontrarse sólo al mismo tiempo.
Mi
ensayo girará en torno a esa capacidad de todo ser para poder acceder a un
espacio propio, donde el otro no tiene cabida, un espacio íntimo, vital que
permite el desarrollo de la creatividad, de la imaginación, de refugio, de
contención, de tener momentos en donde basta con la propia presencia, con el
propio pensamiento, afecto, sentir para poder seguir adelante, sin estar a
expensas de que otro nos devuelva la sensación de existir.
Desgraciadamente
no todos los sujetos tienen la viabilidad para poder alcanzar ese estadio, ese
espacio transicional tal como lo denomina Donald Winnicott.
Me
enfocaré sobre las consecuencias de tener o no tener este lugar personal más
que en los elementos que influyen para poder llegar a él.
Muchos
de los grandes pensadores concuerdan en que la capacidad de tolerar la soledad
es signo de madurez en el ser humano, partiendo desde lo biológico y terminando
hasta el polo psíquico, uno de ellos es D. Winnicott el cual dice:
“ la capacidad individual para estar a solas,
constituye uno de los signos más importantes de madurez dentro del desarrollo
emocional”.
Como
recién nacidos requerimos de la presencia materna en gran parte como simple
herramienta de supervivencia, poco a poco, la madre se va separando del bebé
para que este pueda tolerar su “ no presencia” lo cual también es fundamental para
un buen desarrollo mental.
Sin
embargo lo biológico no es lo único que se requiere para la supervivencia del
ser, tal como lo plantea Bowlby: “ En los infantes existe una propensión innata
a entablar contacto con otros seres humanos y apegarse a ellos. En este sentido
existiría una necesidad de un objeto independiente de la comida, necesidad que,
sin embargo posee un carácter tan primario como la de alimento y calor…”
El
equilibrio entre las necesidades biológicas y las de apego, que deben ser
leídas y atendidas por la madre, crean en el bebé la sensación de encontrarse
en un ambiente seguro, estable, del cual no tiene que estar alerta todo el
tiempo pudiendo replegarse en su persona, como lo que coloquialmente conocemos
cuando alguien se denomina que está “ relajado”.
La
madre genera en el bebé la confianza de que él puede subsistir en el mundo, que cuenta con los elementos
necesarios para vivir, donde la soledad pasa a ser un estado “sano” u “óptimo”
para llamarlo de cierta manera, en oposición a un estado que desencadene la
sensación de inexistencia, desquebrajamiento, angustia…
La
capacidad de poder estar con uno mismo va de la mano con la capacidad para
poder establecer una relación profunda con otro ser humano, en los términos de
Melanie Klein esta capacidad requiere de la existencia de un objeto bueno en la
realidad psíquica del sujeto (pecho bueno), esto que en principio es un objeto
parcial, se convierte en relaciones totales interiorizadas que le permiten al
individuo sentirse satisfecho aún con la falta de objetos externos.
Esto
se remonta a los primeros años de vida, tal como dice D. Winnicott: “si bien la
capacidad para estar solo es fruto de diversos tipos de experiencias, sólo una
de ellas es fundamental, sólo hay una que, de no darse en grado suficiente,
impide el desarrollo de dicha capacidad; se trata de la experiencia, vivida en
la infancia y en la niñez, de estar solo en presencia de la madre”.
Creo
que en general la mayoría de los seres humanos tienen un miedo terrible a la
soledad, cuando ésta es inevitable, al tener conciencia de muerte
inevitablemente debemos pensar que en ella estaremos solos, por supuesto a muy
pocas personas les agrada pensar en este tipo de reflexiones, ya que implica
verse y reconocerse a uno mismo como ser individual. No es casualidad que las patologías
que se ven con mayor frecuencia hoy sean los trastornos limítrofes, en donde
uno de los elementos que las caracteriza, es la difusión de identidad, el no
saber “quién soy” ni a “ donde voy”.
Es
curioso como la tecnología crea la ilusión de estar siempre acompañado, ahora
con las páginas donde uno constantemente se contacta con otras personas,
sabiendo que hacen, como visten, que se dicen unas a otras; en realidad el
contenido no es lo importante sino lo que genera esta necesidad de estar con otro,
hablar con otro, saber del otro, no sentirse solo, aislado, apartado sino
siempre parte de algo.
En
realidad todas estas relaciones son superficiales ya que el individuo que no se
conoce y no se permite percatarse de su pensar y sentir es complicado que pueda
establecer relaciones profundas, donde uno comparte y entiende al otro desde lo
profundo de su ser, no desde cosas banales.
Mariana Rodríguez Fuentes
Universidad Intercontinental
Prof. Ricardo Velasco
Perspectivas Contemporáneas del Desarrollo
No hay comentarios:
Publicar un comentario